PREPARACIÓN DE LAS PLANCHAS

En cierta ocasión, tratando el tema del pulido de las planchas, se me ocurrió exponer que actualmente me parecía innecesario seguir hablando de los muchos y variados productos que desde hace  tiempo los grabadores suelen utilizar a la hora de pulir y preparar una placa, ya sea de zinc, latón o cobre, antes de ponerse a trabajar sobre ella a la aguatinta o al aguafuerte.
El tema se trataba en un blogs francés denominado "forum aquatinte".
No gustó mucho el comentario y confieso que no entendí el motivo. 
Llevo muchos años en este oficio, trabajando muy especialmente a la aguatinta, es decir, el método más sensible a los problemas que derivan de una matriz mal desengrasada. Por insignificante que nos parezca una simple partícula de saliva, caspa o sencilla y llanamente la  huella de los dedos que el grabador deje impresa en la placa, ocasionaran que estas se reflejen como una reserva y posteriormente, a la hora de estampar, aparezca una mancha blanca donde no nos gustaría. 
Considerando lo complejo que resulta arreglar un problema de ese tipo en una aguatinta, se hace necesario tomar las medidas oportunas para evitarlo.
Sin embargo, tras pulir minuciosa y esmeradamente la superficie del metal, algunos artistas no tienen inconveniente en verter encima abrasivos líquidos, alcohol de quemar, blanco de españa, polvo de talco, jabón, etc..., etc., y finalmente agua del grifo que depositan encima del zinc o del cobre para ver si en  lugares determinados las planchas la rechazan, de lo que se deduce que estas aún conservan restos de grasa, y en definitiva, recurren a todo lo que consideran necesario para que el metal aparezca brillante e impoluto.
No se pueden imaginar la de veces que he visto aparecer en mis trabajos efectos extraños que han supuesto para mi un motivo de disgusto sin saber exactamente cuál era la causa, ni el motivo para que esas manchas extrañas aparecieran donde no deberían estar. 
No tardé mucho en darme cuenta de que el mismo alcohol de quemar, al secarse sobre la superficie de la matriz de zinc tenía la propiedad de dejar una película imperceptible pero con la capacidad de ralentizar ligeramente la primera de las mordidas a que sometía mis planchas. Suelo trabajar de manera que los primeros tonos grises que pretendo obtener no superen corrosiones superiores a los tres o cuatro segundos, de manera que en tan escaso margen de tiempo se aprecian perfectamente los fallos de los que hablo.
Y llegados a este punto obligado estoy a preguntarme como es posible que retenga el menor resto de grasa una plancha que  ha sido meticulosamente pulida durante varios minutos por una lija abrasiva que la descompone hasta dejarla brillante como una patena.
En definitiva, si la plancha no se toca, si ponemos todo nuestro interés a la hora de evitar tocarla con los dedos, esa matriz, tras el pulido correspondiente, está perfectamente desengrasada para ponerse a trabajar sobre ella sin riesgo de que la grasa altere nuestro trabajo.
Antiguamente no disponían del papel de lija utilizado actualmente y por ello se comprenden todos los cuidados y métodos que se requerían entonces, pero en este época es factible encontrar lijas extremadamente finas, incluida las de restauración, en concreto la número 1200, de una delicadeza a toda prueba, con la que podemos rematar el trabajo. Lijas imposibles de encontrar en mi ciudad cuando superan el número 600, viéndome obligado a adquirirlas en Madrid aprovechando cualquier viaje.
En mi caso todo lo que hago es pulir la plancha directamente con la lija número 800, en seco, colocando sobre ella un par de hojas de periódico atrasado, para evitar que la tinta del texto conserve todavía algo de humedad y esta se traslade a la plancha. Cubro pues con esas hojas la mitad del metal y me dedico a pulir el resto con cuidado, hasta que procedo a girar la matriz para seguir con el pulido en el resto de la plancha. No la toco nunca, me limito a girarla en vertical y en horizontal las veces que hagan falta, hasta que veo que el metal a quedado correctamente pulido. Si inicialmente la matriz esta muy deteriorada y requiere anular trazos potentes, podemos humedecer el papel de lija con agua o con aguarrás, al objeto de facilitar el pulido, pero luego la secaremos convenientemente y seguimos puliendo en seco hasta darnos por contentos.
En ese instante tomo un trozo de viruta del denominado estropajo de aluminio (el más fino) y sigo frotando para darle brillo y por lo mismo limpiando el polvo de zinc o de cobre que pudiera haber quedado depositado encima.
Finalmente froto la matriz con papel de seda, esmeradamente, con cierta energía mientras mantengo la placa depositada sobre periódicos. 
Eso es todo cuanto hago, procediendo entonces a barnizar o a depositar la resina encima, en la confianza de que no va a quedar sobre el metal el menor resto de grasa, y les aseguro que así será.
Ocurre sin embargo que lo normal consiste en depositar la resina sobre un aguafuerte previo. Si este ha sido obtenido mediante una corrosión potente es posible someter la matriz previamente a un pulido suave antes de depositar la resina encima, por lo que sería igualmente innecesario utilizar decapantes o cualquier otro producto. 
Si a pesar de todo se hace necesario limpiar la superficie del metal yo suelo mezclar en partes iguales el alcohol de quemar con el disolvente, froto con cuidado el metal para limpiarlo y remato la limpieza secando la matriz. Paso finalmente a verter alcohol de quemar que voy anulando por frotación y remato con un paño limpio hasta dejar la superficie seca. 
De este modo tan simple no he vuelto a ver más efectos extraños en mis aguatintas, por ello me atrevo a afirmar que resulta innecesario utilizar otro producto que el papel de lija antes de barnizar o resinar el metal.

Llegados a este punto se me consulta respecto al barniz depositado sobre las planchas de cobre, su grosor y consistencia, así como la intensidad corrosiva del ácido utilizado y de sus efectos sobre el latón.

El barniz al que recurro suele ser de buena calidad, no lo preparo yo, lo adquiero en tiendas especializadas, de modo que tan solo me limito a comprarlo de la mejor calidad posible.
Comprobar el que adquieren pues no es lo mismo un barniz de "recouvrir",  "CUBRIR", que uno para aguafuerte de trazos. El primero se usa para proteger la matriz por zonas debido a que seca con gran rapidez, al igual que le sucede al barniz de alcohol o al Betún de Judea. Estos dos últimos de cualquier modo tienden a expandirse y no los aconsejo para trabajos que requieren precisión.
Lo extiendo sobre la plancha con meticuloso cuidado y para ello recurro a un pincel algo grueso de los que se utilizan con la acuarela, por su flexibilidad y delicadeza.
Vierto sobre la superficie del cobre un poco de barniz, en el centro de la plancha, mojo la punta del pincel levemente en esencia de trementina y hago la mezcla directamente sobre el metal, extendiéndolo en todos los sentidos hasta cubrir la matriz en toda su extensión. Llegados a ese punto y con cierta rapidez voy dando pinceladas de izquierda a derecha, retirando el barniz sobrante, que vierto en el recipiente por el sencillo procedimiento de frotar el pincel sobre el mismo.
Sigo extendiendo el barniz hasta que en este se aprecia cierta uniformidad, siempre en el mismo sentido y retirando el barniz sobrante mediante pinceladas muy rápidas. Giro la plancha si es necesario y sigo hasta que sobre el metal se aprecia una película algo transparente. Se ha de tener en cuenta que un barniz fino aguanta mordidas potentes si la plancha no ha sufrido antes otras corrosiones. Si el metal ya fue atacado antes el barniz ha de ser mucho más grueso, pues los bordes de las incisiones tenderán a deformarse si se efectúan mordidas potentes si la película protectora no tiene el grosor adecuado.
Dependiendo de la cantidad de esencia que se le incorpore y por lo tanto de la fluidez del barniz, así será la uniformidad de la capa depositada. Ha de tenerse en cuenta que en verano, debido al calor, el barniz tiende a secar con gran rapidez, a veces mucho antes de haber dejado la plancha correctamente protegida y el barniz sin deformidades o aguadas extrañas. Conviene esforzarse en que mantenga la mayor uniformidad.
Referente al ácido: El Percloruro sirve exactamente igual para el cobre que para las planchas de latón. Yo lo utilizo a partes iguales. Un litro de agua, un litro de ácido. Las planchas, han de recordarlo, se introducen boca abajo. Yo protego el respaldo con cinta ancha de embalaje, procurando que esta sea de calidad y por lo tanto con una adhesión correcta y con la misma cinta pegada al respaldo de la plancha me limito a crear un puente sobre el que cuelga la matriz dentro del medio acidulado.
Procuraré incorporar algunos dibujos que he preparado al efecto.

Un afectuoso saludo.


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